sábado, 3 de noviembre de 2012

Peligroso Pop.

Sorprendió a todos cuando lo vimos llegando de la mano con Judy. En ese momento todo el maldito infierno que era nuestra hermandad tuvo la certeza de que algo feroz ocurriría con su vida. Esa noche, Carlos brindó su último concierto. Decía que ya todo estaba dicho y hablaba del sinsentido de la vida ante un público anestesiado que esperaba la excitación de sus viejos temas. Curioso, cómo hablar de viejos temas si ni siquiera había pasado un año desde que junto a Mi Juguete Rabioso había tocado el cielo. Aunque él siempre fue consciente de que tocaba el abismo.

La Sorpresa En Tus Ojos.

En qué me he metido, en qué problema me he metido, piensa mientras la penetra irrefrenablemente. Sus jadeos antes de ser excitantes, lo hacen más consciente de su miseria. Sigue arrepintiéndose. La mira con los labios separados, incapaz de guardar de discreción. De un momento a otro se retira del aposento carnal y se para. Coge sus ropas y le pide que se vaya. Vete, por favor, vete. Se coloca la ropa de dormir, mientras le tira en la cara su pantalón, su truza, su hoody. Tienes que irte, por favor, vete. Le grita. La mira con encono. Toma un vaso de agua e intenta calmarse, pero no puede. Está muy alterado y solamente quiere estar solo. Solamente quiere que esa mujer se vaya. Tranquilo, ya, si no quieres nada tranquilízate, pero… Vete, le vuelv a pedir él. Se lo grita. Vete. La jala del cuello y le repite muy cerca. Vete maldita puta, vete. Luego la lanza hacia un lado y se tira a la cama. Se cubre con las sábanas y le dice que cierre la puerta. La pobre mujer le pide que al menos la deje dormir ahí. Son las 3 de la noche y no tiene cómo regresar a casa. Él se levanta nuevamente y coge su celular. Una llamada. Transcurren unos minutos y el celular suena junto al sonido de un auto destartalado en la calle. Daniel, abre la puerta de su pieza y le pide por enésima vez que se vaya. Yo pagaré el taxi, solamente vete. La mujer lo mira con una mezcla de desprecio y temor y se va. Sin mirar atrás.

Daniel se echa y comienza a masturbarse por unos minutos. Luego sale disparado de su cuarto y comienza a correr sin rumbo fijo. Desde su miserable habitación del Cercado de Lima avanza por la avenida Venezuela y llega a la Universitaria. Cruza la Bolívar, la Sucre, también la avenida La Marina y ya está en San Miguel. Su respiración es cada vez más agitada. Continúa por la Universitaria sin prestar nada de atención en las señales de tránsito dobla en ele por la calle Ayacucho y sigue corriendo hasta Lozada. Una vez en Madueño comienza a escuchar un sonido agudo que le retuerce el sentido del oído. Avanza hasta Castilla y la casa de aquella esquina ahora es un edificio. Sus pasos son cada vez más lentos y arrastrados. Va hasta Arica y luego regresa por Tacna para bajar nuevamente por Grau. Quiere regresar y se topa con el parque de la Media Luna. La niebla, el frío, la solitaria calle, el sonido del mar reventando a su espalda lo remonta a una vida que no ha vivido pero en la que él cree que fue feliz. No puede calmar la agitación de su cuerpo, se encoge sobre sí mismo, una fuerte puntada en el pecho produce un sonido seco, luego un silencio, luego su cuerpo se desploma.
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jueves, 1 de noviembre de 2012

La Sorpresa En Tus Ojos.

Ha pasado un poco más de un año y es uno de esos días en los que despierta sin memoria. Su dolor de cabeza es mortal, su cuerpo le reclama descanso, cuidado, su aroma es el de la noche de alcohol y carne transpirada. Él agregaría, también de la pena. Mantiene su mirada en una foto. Una sonrisa. Un recuerdo difuso. La mira sin pensar en nada. Solamente quiere capturar ese momento. Aunque es mejor decir que quiere recobrarlo. Se sienta al borde de la cama. Derrotado. Sigue mirando la foto. Luego llora. Y a mares.

A pesar de sus esfuerzos su rostro está empapado, hinchado, arrebolado de impotencia. La chica de la foto lo mira sonriente en una posición tierna y natural. Pasan dos minutos y sigue llorando. Cinco. Diez. Luego su dolor de cabeza se intensifica y por fin llega el primer pensamiento del día. Queda tanta vida por delante. Vuelve a llorar. Repite la frase en voz alta. Y llora. Lo dice una y otra vez. Queda tanta vida por delante y en realidad casi no puede terminar de decirla porque se ahoga en el llanto. La lanza por última vez. Luego remata, y es una tortura.

Ha pasado un poco más de un año y es uno de esos días.

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