sábado, 3 de noviembre de 2012

La Sorpresa En Tus Ojos.

En qué me he metido, en qué problema me he metido, piensa mientras la penetra irrefrenablemente. Sus jadeos antes de ser excitantes, lo hacen más consciente de su miseria. Sigue arrepintiéndose. La mira con los labios separados, incapaz de guardar de discreción. De un momento a otro se retira del aposento carnal y se para. Coge sus ropas y le pide que se vaya. Vete, por favor, vete. Se coloca la ropa de dormir, mientras le tira en la cara su pantalón, su truza, su hoody. Tienes que irte, por favor, vete. Le grita. La mira con encono. Toma un vaso de agua e intenta calmarse, pero no puede. Está muy alterado y solamente quiere estar solo. Solamente quiere que esa mujer se vaya. Tranquilo, ya, si no quieres nada tranquilízate, pero… Vete, le vuelv a pedir él. Se lo grita. Vete. La jala del cuello y le repite muy cerca. Vete maldita puta, vete. Luego la lanza hacia un lado y se tira a la cama. Se cubre con las sábanas y le dice que cierre la puerta. La pobre mujer le pide que al menos la deje dormir ahí. Son las 3 de la noche y no tiene cómo regresar a casa. Él se levanta nuevamente y coge su celular. Una llamada. Transcurren unos minutos y el celular suena junto al sonido de un auto destartalado en la calle. Daniel, abre la puerta de su pieza y le pide por enésima vez que se vaya. Yo pagaré el taxi, solamente vete. La mujer lo mira con una mezcla de desprecio y temor y se va. Sin mirar atrás.

Daniel se echa y comienza a masturbarse por unos minutos. Luego sale disparado de su cuarto y comienza a correr sin rumbo fijo. Desde su miserable habitación del Cercado de Lima avanza por la avenida Venezuela y llega a la Universitaria. Cruza la Bolívar, la Sucre, también la avenida La Marina y ya está en San Miguel. Su respiración es cada vez más agitada. Continúa por la Universitaria sin prestar nada de atención en las señales de tránsito dobla en ele por la calle Ayacucho y sigue corriendo hasta Lozada. Una vez en Madueño comienza a escuchar un sonido agudo que le retuerce el sentido del oído. Avanza hasta Castilla y la casa de aquella esquina ahora es un edificio. Sus pasos son cada vez más lentos y arrastrados. Va hasta Arica y luego regresa por Tacna para bajar nuevamente por Grau. Quiere regresar y se topa con el parque de la Media Luna. La niebla, el frío, la solitaria calle, el sonido del mar reventando a su espalda lo remonta a una vida que no ha vivido pero en la que él cree que fue feliz. No puede calmar la agitación de su cuerpo, se encoge sobre sí mismo, una fuerte puntada en el pecho produce un sonido seco, luego un silencio, luego su cuerpo se desploma.
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