En qué me he metido, en qué
problema me he metido, piensa mientras la penetra irrefrenablemente. Sus jadeos
antes de ser excitantes, lo hacen más consciente de su miseria. Sigue
arrepintiéndose. La mira con los labios separados, incapaz de guardar de
discreción. De un momento a otro se retira del aposento carnal y se para. Coge
sus ropas y le pide que se vaya. Vete, por favor, vete. Se coloca la ropa de
dormir, mientras le tira en la cara su pantalón, su truza, su hoody. Tienes que
irte, por favor, vete. Le grita. La mira con encono. Toma un vaso de agua e
intenta calmarse, pero no puede. Está muy alterado y solamente quiere estar
solo. Solamente quiere que esa mujer se vaya. Tranquilo, ya, si no quieres nada
tranquilízate, pero… Vete, le vuelv a pedir él. Se lo grita. Vete. La jala del
cuello y le repite muy cerca. Vete maldita puta, vete. Luego la lanza hacia un
lado y se tira a la cama. Se cubre con las sábanas y le dice que cierre la
puerta. La pobre mujer le pide que al menos la deje dormir ahí. Son las 3 de la
noche y no tiene cómo regresar a casa. Él se levanta nuevamente y coge su
celular. Una llamada. Transcurren unos minutos y el celular suena junto al
sonido de un auto destartalado en la calle. Daniel, abre la puerta de su pieza
y le pide por enésima vez que se vaya. Yo pagaré el taxi, solamente vete. La
mujer lo mira con una mezcla de desprecio y temor y se va. Sin mirar atrás.
Daniel se echa y comienza a
masturbarse por unos minutos. Luego sale disparado de su cuarto y comienza a
correr sin rumbo fijo. Desde su miserable habitación del Cercado de Lima avanza
por la avenida Venezuela y llega a la Universitaria. Cruza la Bolívar, la
Sucre, también la avenida La Marina y ya está en San Miguel. Su respiración es
cada vez más agitada. Continúa por la Universitaria sin prestar nada de atención
en las señales de tránsito dobla en ele por la calle Ayacucho y sigue corriendo
hasta Lozada. Una vez en Madueño comienza a escuchar un sonido agudo que le
retuerce el sentido del oído. Avanza hasta Castilla y la casa de aquella
esquina ahora es un edificio. Sus pasos son cada vez más lentos y arrastrados.
Va hasta Arica y luego regresa por Tacna para bajar nuevamente por Grau. Quiere
regresar y se topa con el parque de la Media Luna. La niebla, el frío, la
solitaria calle, el sonido del mar reventando a su espalda lo remonta a una vida
que no ha vivido pero en la que él cree que fue feliz. No puede calmar la
agitación de su cuerpo, se encoge sobre sí mismo, una fuerte puntada en el
pecho produce un sonido seco, luego un silencio, luego su cuerpo se desploma.
...
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