jueves, 24 de diciembre de 2009

Capítulo 2: Judith.

Judith despierta todos los días antes que otra persona en casa, no importan las circunstancias. Siempre es la primera. Vive en el hartazgo. Cuando duerme y despierta repentinamente, ya está con un pie fuera de la cama; una vez despierta, espera la hora adecuada para volver a dormir.

Todas las mañanas recorre su casa, en silencio y con letargo. Lo primero que hace cuando reconoce los mismos ángulos que en su infancia sirvieron de refugio y cárcel, es mirarse al espejo. Son casi seis años los que Judith lleva mirándose al espejo todas las mañanas sin que nadie la vea. Se mira fijamente y trata de descubrir en esa imagen algún rincón de su rostro que no sea el de su madre. Se observa por varios minutos, hasta que su figura se deforma abarcándolo todo paulatinamente, hasta hacerse irreconocible a ella misma. Ella preferiría tener esa imagen alienígena, antes que el rostro de su madre.

Solo hay una diferencia, una sutil, una característica que ni ella puede observar. El brillo de sus ojos. Una luz que ni las luces de neón borran. Muchos le han dicho que les gustan sus ojos, ella piensa que es parte de la metodología. Pero no. En realidad hay algo en sus ojos, algo también incógnito a todos. Ese brillo parece la expresión de un pedido, un ruego, una súplica que ninguno puede descifrar, aunque David estaría cerca. Sin embargo, él no tiene valor para asumir tamaña responsabilidad.

Por ese brillo, Judith lleva una doble vida durante años. Desde su infancia jugaba a llamarse Cielo, ella no era Judith, ella era la niña Cielo, la mamá Cielo, la maestra Cielo, la enfermera Cielo. Toda su vida quiso ser otra, no la hija de aquel padre adicto a las drogas, no la hija de aquella madre infiel, no la nieta de aquella abuela ultraconservadora y caníbal. Sin embargo, el encierro al que está condenada por nacer en aquel hogar matriarcal, le impide aspirar a otra vida más que en su imaginación. Pero ella ya no es una niña, es una púber en el cuerpo de una joven de veintiún años y como toda adolescente, ella está empezando a vivir.

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