jueves, 24 de diciembre de 2009

Capítulo 1: El Inicio

La historia empezó hace dos semanas. Cuando llegó a mí la noticia que ahora Judith vivía en Trujillo, con unos familiares, después de haber escapado dos veces de casa. Pero para ser fiel a la verdad, la historia empezó hace dos años. Cuando la conocí. Cuando llegué a vivir a su casa y me recibió con una sonrisa. Una sonrisa prometedora. Desde ahí, la historia con ella se mueve por las leyes de la gravedad.

Había pasado un mes y semanas en aquella casa, cuando algo me sacó de mi ensimismamiento. Una tarde, un silbido. Pero no cualquier silbido. Era un sonido que masajeaba el aire, que lo purificaba, que lo distendía. Solté el libro de Nietzsche (imagínense lo confundido que estaba) y le presté más atención a aquel sonido. Antes de ello había olvidado que en casa solo vivíamos, la dueña, su nieta y yo. En ese momento lo recordé y ya me enamoraba de aquel silbido. No podría ser la señora. Tenía que ser ella. Judith. En ese momento recordé su sonrisa y su promesa. Pero olvidé que las promesas tienen condiciones, olvidé que las promesas están hechas para romperse, que están hechas del cristal más fino y se hacen malabares con ellas.

Desde ese momento presté más atención y en una semana conocí su rutina diaria, todo clandestinamente. Ahí comprendí, por qué, años antes, mi hermano y mi primo susurraban su nombre por las noches.

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