Es curioso. Todos estaban alegres y entusiastas. Menos yo. Mi madre lloró al teléfono; mi abuela no sabía que decirme, luego me comentó que de la emoción la cabeza se le nubló, imagino que se le habrán venido las imágenes de cuando era niño y me acompañaba al colegio, previa preparación abnegada de aquellos desayunos que siempre recordaré, previa mirada a mi peinado frente al espejo que se esmeraba en moldearlo al detalle al estilo de mi padre. Uno de mis tíos, me llamó para felicitarme. Es una pena que no haya podido estar contigo campeón, yo quería estar ahí. Mi tío siempre me dice campeón, no sé de donde se le ocurrió tamaño absurdo. Hasta el amigo que me acompañó, aparecía sonriente a la multitud, como si él fuera el del logro. Mi enamorada, la más expectante por ser una de las pocas personas que sabía de mi sustentación esperaba noticias al respecto. Pero yo, sólo pude aislarme. Ensimismarme una vez más. ¿Y ahora qué? Me preguntaba mientras saludaba protocolarmente la decisión del jurado. ¿Qué va a ser de mí? No puedo negar que ensaye cierta sonrisa, pero se esfumo por el frio que recorrió mi cuerpo. Ahí, parado, saludando a todo el mundo.
Esto sucedió la semana pasada, cuando recibí la noticia de la aprobación de mi investigación de tesis para optar el título de licenciado en la carrera que escogí por no poder estudiar otra. Luego vinieron días y noches de dudas, más dudas. En realidad las mismas dudas. Pero sobre todo la pregunta ¿por qué no puedo siquiera sonreír? Sobre todo ello me entristeció. Mi enamorada se enfadó conmigo. En lo que pensaba era en esa tendencia mía, siempre hacia la nada, hacia la tristeza. Tendencia kamikaze. Alguna vez leí algo que siempre está presente en mi cabeza, un dialogo exquisito y motivador para espíritus en devaneos, un dialogo maestro. Cómo caminan los real visceralistas, preguntaba uno. Caminan de espaldas. ¿Cómo? De espaldas, mirando un punto y alejándose de él.
Es perfecto (eso si me emociona). Pero esto toma fuerza, cuando el personaje de la historia luego de obtener esta respuesta queda conforme con ella, sin embargo en su interior llega a la conclusión de que es la peor forma de caminar. Un tiempo imaginaba que yo también era un real visceralista, un infrarrealista, que me alejaba del punto, que caminaba hacia atrás, que lo había decidido. Pero eso es poesía.
Algunos ni siquiera podemos ver el punto.
1 comentario:
Amigo David Tipto Motta. émulo del poeta Garcia Madero, yo te daría un consejo:
dibuja penes enormes, enanos con penes enormes sobre tu título de comunicador social.
Tal como lo haría Heimito Kuns (personaje del capitulo 12 de los Detectives Salvajes) mientras estaba prisionero junto con Ulises Lima en la carcel de Beersheva. A continuación el estracto "...saqué un boligrafo de mi mochila y me arrodillé junto a la pared de la derecha. dibujé a un enano con un pene enorme. Un pene erecto. Después dibuje a otro enano con un pene enorme. Después dibuje una teta".
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